No suelo leer la sección de deportes de los periódicos, pero la edición del 29 de septiembre de 2005 de O Estado de São Paulo trajo un texto que me llamó la atención, bajo el título “Pero, yo siento su falta”.
El articulista y compositor Nando Reis escribió, entre otras cosas, lo siguiente: “Infelizmente no creo en Dios. Digo infelizmente pues esa imposibilidad muchas veces hace de mi vida un trayecto silencioso y solitario. Me gustaría poder compartir con alguien las penurias y los agrores de esa vida tan complicada. Cuántas veces quise yo, mirar hacia lo alto y sentirme amparado por la mano del Señor, cuando me encontré impotente delante de tanto peligros. Cuando temí por la vida de mis hijos, venidos y creados para disfrutar de la gracia de este mundo, pero, como todos nosotros, son vulnerables a la violencia que nos acosa y nos amenaza – me siento solo sin poder pedir protección para los míos.”
¿Por qué Nando siente la falta de Dios? Porque el ser humano fue creado para creer. Somos seres con vocación religiosa, aunque muchos entre nosotros no queramos admitir eso.
Hace un tiempo, leí un libro del ex-profesor de Neurología y Siquiatría de la Universidad de Viena y fundador de la Logoterapia, Viktor Frankl (1905-1997), que me hizo pensar en esa necesidad humana no siempre satisfecha. Por ser judío, Frankl fue enviado para campos de concentración, entre 1942 y 1945, incluso los de peor fama como el de Therezin y el de Auschwitz, donde perdió su esposa (recién-casada), su madre y un hermano. Durante los años de cautiverio, lo que mantuvo el médico activo y animado fue ese gran interés por el comportamiento humano, lo que lo llevó después a la conclusión de que ese interés lo había salvado y que aquellos compañeros de prisión que tenían algún tipo de esperanza y daban un significado a sus vidas, predominaban entre los supervivientes del salvajismo y del hambre a que todos habían sido sometidos.
El libro al cual me refiero es La Presencia Ignorada de Dios. En él, Frankl habla de una “fe inconsciente” y de un “inconsciente transcendental” que incluye la dimensión religiosa. Para él, cuando la fe, en escala individual, se atrofia, se transforma en neurosis; y en escala social, degenera en superstición.
“Sólo la persona espiritual establece la unidad y totalidad del ente humano”, garantiza Frankl. “Ella forma esta totalidad como siendo bio-sico-espiritual. .... Solamente la totalidad tripla torna el hombre completo” (La Presencia Ignorada de Dios, p. 21).
Las palabras de Frankl se hacen eco de algo escrito casi un siglo antes, por Elena de White: Aquellos que consagran cuerpo, alma y espíritu a Dios, recibirán constantemente nueva dotación de poder físico, mental y espiritual. Las inagotables provisiones del cielo están a su disposición. Cristo les da el aliento de su propio Espíritu, la vida de su propia vida. El Espíritu Santo pone por obra sus energías más sublimes en el corazón y la mente” (Obreros Evangélicos, p. 117).
No conozco a Nando Reis personalmente, pero creo que se puede decir que “ le hace falta algo” porque, según Frankl, no es un hombre completo; y, de acuerdo con Elena de White, le falta el aliento de Cristo”.
Frankl afirma que la consciencia muestra nuestro origen y la compara al ombligo. El ombligo sólo puede ser comprendido a partir de la historia prenatal del hombre, como siendo un “resto” en el hombre que lo transciende y lo lleva a su procedencia del organismo materno. De la misma forma, la consciencia sólo puede ser entendida en su sentido pleno cuando la concebimos a la luz de un origen transcendente.
Para el sicoanalista, “la consciencia es la voz de la transcendencia y, por eso, ella misma es transcendiente. El hombre irreligioso ‘tiene’ consciencia, así como irresponsabilidad; él no cuestiona más allá, no pregunta por lo que es responsable, ni de dónde proviene su consciencia” (La Presencia Ignorada de Dios, p. 42).
En la página 45 de su libro, Frankl hace otra comparación interesante: “El hombre irreligioso se ha detenido antes del tiempo en su camino en busca de sentido, ya que no ha ido más allá de su consciencia, no ha preguntado más allá de ella. Es como si hubiera llegado a una cumbre inmediatamente inferior a lo más alto. ¿Por qué no sigue adelante? Es que no quiere perder el ‘suelo firme bajo sus pies’, pues la verdadera cumbre no está visible para él, está oculta en la niebla, y en esta niebla, en esta inseguridad, él no se arriesga a penetrar. Solamente una persona religiosa asume estos riesgos.”
Lo que le falta a Nando y tantas otras personas, es dar el paso de la fe; subir la montaña que les traerá verdadera satifacción existencial y senso de completud. Al final, es esa tendencia (muchas veces inconsciente) en dirección a Dios que precisa ser satisfecha. Y no vale intentar rellenar ese vacío con cualquier otra cosa o persona. Sólo Dios satisface, pues fue Él quien “ha puesto eternidad en el corazón del hombre” (Ecle. 3:11).
Michelson Borges es periodista de la Casa Publicadora Brasileña (www.cpb.com.br) y miembro de la Sociedad Creacionista Brasileña (www.scb.org.br)
Traducido por Cleber Reis (Uberlândia, Minas Gerais, Brasil) – e-mail: cleber_reis@hotmail.co
Corregido por José Arenas (Florida - Puerto Rico) – e-mail: nomeck10@yahoo.com