lunes, 19 de noviembre de 2007

Desafíos globales

Jamás en toda la historia de la Tierra, las palabras del apóstol Pablo en Romanos 8:22 ha estado tan correctas. En ese texto, Pablo dice que “toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora”. Después de la caída de Adán y Eva, y la degradación física, mental y moral que se siguió, el mundo tomó el rumbo hacia la destrucción. Y eso viene ocurriendo muy deprisa últimamente.

La humanidad está consumiendo los recursos más rápido que la Tierra pueda reponerlos. En 1999, la tasa de consumo ya era un 20% más que la recuperación, y esa tendencia de aumento se encuentra bastante lejos de ser contenida.

Datos divulgados por la ONG ambientalista Fondo Mundial para la Naturaleza (conocida en inglés como WWF) revelan que hay motivos reales para preocuparse. “Por la primera vez conseguimos contabilizar los gastos con energía”, dice Garo Batmanian, secretario general de WWF en Brasil. El informe “Planeta Vivo 2002” usa como principal índice la llamada Huella Ecológica – una forma de computar cuánto el consumo en un país exigiría en términos de territorio para la manutención del equilibrio. “Por ejemplo, si emites una cantidad de gas en la atmósfera, cuántos bosques serían necesario para compensar el dispendio”, explica Batmanian.

En 1999, cada habitante de la Tierra necesitaría un promedio de 2,3 hectáreas para compensar su consumo. Lo que ocurre es que, según WWF, en el planeta sólo hay 1,9 hectárea para cada persona. “Es como si estuviéramos utilizando un dinero prestado y gastando un 20% más que nuestro sueldo”, dice Batmanian.

Otro factor que sigue preocupando es el viejo y conocido efecto invernadero. Hoy se sabe que la temperatura de la Tierra seguirá aumentando independientemente de los esfuerzos que las naciones hagan para reducir la emisión de gases invernaderos. Aún así, esa es la única solución para impedir un desastre climático.

Esa es la conclusión de un estudio realizado por 19 instituciones en los Estados Unidos – incluyendo universidades, agencias federales, industrias privadas y la Nasa (agencia espacial norte-americana) -, publicado el año pasado por la revista de investigación geofísica Atmospheres.

Los investigadores utilizaron un modelo climático conocido como GISS SI2000 para simular el clima global de los últimos 50 años. El modelo apuntó que, entre 1951 y 2000, la superficie terrestre tuvo un calentamiento de cerca de 0,5 grados Celsius, mientras que la atmósfera superior sufrió un calentamiento de aproximadamente 1 grado.

La precisión de las observaciones, que fue atestada por los datos de referencia, animó al equipo a simular el clima para los próximos 50 años. El análisis ha sido hecho basado en dos hipótesis diferentes. La primera llevaba en cuenta que la emisión de gases invernaderos seguiría creciendo en la misma proporción actual; ese escenario conduciría a un aumento acelerado de calentamiento global, ascendiendo la temperatura media a 2 grados Celsius y llegando a niveles inéditos en los últimos siglos.

En una situación alternativa, si la contaminación del aire fuera reducida y la emisión de gas carbónico por la quema de combustibles fósiles se estabilizara, el aumento de la temperatura no pasaría de 0,75 grados Celsius en el mismo período. Ese escenario, por lo tanto, no es fácil alcanzarse.

Los resultados de la conferencia mundial Río + 10, realizada del 26 de agosto al 4 de septiembre del año pasado en Johannesburgo, Sudáfrica, confirman la previsión pesimista. “Esa conferencia es una repetición de la del 92. Yo creo que la marca de esa conferencia seguramente no será el éxito. Ella está corriendo el riesgo de ser una Río menos 10 o Río menos 20”, comparó Fabio Feldmann, secretario ejecutivo del Foro Brasileño de Cambios Climáticos, resumiendo el pensamiento de muchos de los participantes del encuentro.

Al mismo tiempo que hay una mayor conciencia del papel humano en la conservación de la vida (o en su aniquilación), no hay tanta disposición, especialmente por parte de países desarrollados, para reducir la contaminación, puesto que eso representa algún perjuicio en el bolsillo.

Robert Kurz, sociólogo alemán y autor de los libros Os Últimos Combates y O Colapso da Modernização, dice que el resultado de esas conferencias de cúpula sobre el medio ambiente (Rio 92, Río + 10 y Kioto) ya era previsible. “Todas esas conferencias fracasaron de forma lamentable, y la resistencia “sustentable” de los Estados Unidos, que no quieren perder la alegría de su consumo de potencia mundial, no ha sido la última de las razones. Una vez que el reequipaje perfectamente posible con otras tecnologías pesaría en los cálculos de la economía industrial y estrecharía las ganancias, él es rechazado, y el gas invernadero sigue siendo emitido en grandes cantidades; de la misma forma, el desgaste del ambiente sigue desenfrenado”, dice el sociólogo.

** NUBE MORTAL

En agosto de 2002, el mundo quedó aterrorizado con la inmensa nube de poluentes que se extendió de Japón a Afganistán, en sentido este-oeste, y de China a Indonesia, en sentido norte-sur, abarcando una región de Asia en la que vive la quinta parte de la humanidad. Como una mortalla gris, la nube del tamaño de tres Brasiles tenía tres quilómetros de espesura y estaba formada por un coctel de partículas de carbono, sulfatos y cenizas orgánicas. El mundo nunca había visto algo con esas proporciones.

Como si fuera poco, de julio a agosto ocurrieron inundaciones en todo el planeta, que ya figuran en la historia de las catástrofes naturales como un triste récord. En una extensión jamás vista desde el inicio de los registros meteorológicos en la modernidad, regiones gigantescas fueron inundadas simultáneamente en Europa, en África, en Asia, en Sudamérica y en Norteamérica.

Lluvias de fuerza extrema con hasta 600 litros por metro cuadrado, deslizamiento de tierra y ríos desbordándose destruyeron las infraestructuras de provincias enteras, aniquilaron la cosecha, causaron decenas de millares de muertes y dejaron millones de personas sin abrigo. Al este de Alemania, una “inundación del siglo” casi paralizó toda la economía. Al mismo tiempo, y exactamente de forma contraria, otras regiones fueron asoladas por la sequía.

Según informes de grandes empresas de seguro en el mundo, los daños por temporales e inundaciones aumetan a cada año: en Europa, según datos del Consorcio Allianz, ellos cuadruplicaron sólo en la primera mitad del 2002.

De cierta forma, estas catástrofes recientes han servido para recordar, una vez más, que el mundo, por la acción del ser humano, puede tornarse un lugar peligroso para vivir, y que bosques, peces, agua y aire limpios están cada vez más escasos. Dos de las más importanes fuentes de biodiversidad – los arrecifes de coral y los bosques tropicales – fueron tremendamente degradados. Las emisiones de carbono, el gran responsable por los cambios climáticos y por el calentamiento global, crecieron un 10%. En los Estados Unidos, que renegaron el Protocolo de Kioto, el tratado firmado por 178 países para controlar las emisiones de ese gas, el aumento fue del 18%.

** SIETE TRUENOS

En el libro The Seven Thunders (Los Siete Truenos), el físico nuclear Ron Nielsen, de Australia, haciendo referencia a Apocalipsis 10:1-3, menciona siete graves problemas por los cuales la humanidad pasa actualmente. Según él, los problemas tienen por lo menos cuatro atributos comunes: (1) están asociados a la deteorización acelerada del medio ambiente; (2) muestran que se está llegando a los límites ecológicos del planeta; (3) están todos ocurriendo en la actualidad, habiendo comenzado hace sólo 200 años; e (4) indican que dentro de un pequeño período de tiempo habrá un colapso en los sistemas de manutención de la vida. “Todos esos problemas muestran que se está caminando hacia una dirección de una crisis global de magnitud sin precedentes”, afirma Nielsen.

El primero de los “truenos” de Nielsen es la deteorización del medio ambiente, causada, entre otros factores, por la intensificación de las actividades industriales y agrícolas. Entre 1990 y 1995, hubo un crecimiento en la producción industrial de los países industrializados de un 2,6% por año. En China, el crecimiento fue de un 18,1%, y en Asia oriental, de un 16%.

Respecto a la agricultura, un factor preocupante es el aumento del uso de pesticidas. En 1960 se utilizaba cerca de 0,4 quilo por hectárea. En 1999 el consumo subió para 2 quilos. Cuando se sabe que la exposición a pesticidas causa serias enfermedades como linfoma, leucemia y cáncer de mama, se tiene la real dimensión del problema. Además, los pesticidas y fertilizantes están destruyendo el biosistema vital del suelo, acarreando disminución en la eficacia de producción de alimentos. Es el tiro saliendo por la culata.

“Por la primera vez en la larga historia humana estamos rápidamente destruyendo la tierra, el agua y la atmósfera. Por la primera vez, también, estamos delante de una crisis energética y al borde de la extinción”, evalúa Nielsen.

El segundo problema apuntando por el físico es la explosión poblacional. Cada segundo cerca de cuatro niños nacen en el mundo. Son 250 por minuto y 130 millones por año. Por otro lado, cerca de 100 personas mueren por minuto en la Tierra, lo que indica aproximadamente 50 millones por año. Al hacer cuentas, se llega a la conclusión de que ocurre un aumento poblacional de cerca de 80 millones por año. Lamentablemente, sólo una pequeña fracción de esos niños tendrá condiciones “decentes” de vida, teniendo en cuenta que puede haber un colapso ecológico alrededor del año 2030. El número de personas viviendo en el planeta en esa época será de alrededor de 8 mil millones.

Al problema de la explosión poblacional, se suma la reducción de los recursos terrestres – el tercer “trueno”. Esos recursos están disminuyendo principalmente debido al aumento de la población global. Hace 2 mil años, se tenía hasta 59 hectáreas de tierra utilizable por persona. Alrededor de 1830, ya eran 10 hectáreas. Actualmente, a cada persona le corresponde menos de 2 hectáreas. Las áreas de tierra utilizable son destruidas por la industrialización, por la agricultura intensiva y por la desforestación. Entre 1945 y 1990, se perdió casi 2 mil millones de hectáreas.

La biodiversidad global también está perdida. Según Nielsen, 140 especies son extinguidas por día, o sea, un 5% de las estimadas 10 millones de especies del planeta están desapareciendo a cada decenio. Eso significa que hasta el año 2050, aproximadamente la cuarta parte de las especies de plantas y animales serán exterminada.

La disminución de las fuentes de agua potable es otro problema serio. La Organización Mundial de Salud anunció recientemente un dato espantoso: más de mil millones de personas carecerán de agua potable y 3,4 millones morirán cada año por enfermedades que podrían evitarse con medidas sanitarias y mejor abastecimiento. La ONU lleva haciendo advertencias desde 1992, aún así nada se ha hecho para evitar el agravamento del problema. Si no se modifica las actuales prácticas de desperdicio y degradación de los recursos hídricos, dos tercios de la población mundial vivirán en condiciones de restricción de agua hasta el año 2025.

Tan importante como el agua en la manutención de la vida es el aire. Sin embargo, según Nielsen, “sistemática y persistentemente estamos destruyendo esa fina capa atmosférica, el aire del cual necesitamos para respirar, para la regulación del clima y protección contra las mortales radiaciones ultravioletas”. Si no paran con la desforestación, si no plantan más árboles y si no encuentran alguna forma de reducir la cantidad de carbono lanzado en la atmósfera, su concentración nociva seguirá aumentando. De acuerdo con las últimas proyecciones hechas por Energy Information Administration, las emisiones globales de carbono serán aún mayores que las del siglo 20. Habrá un aumento de un 52% en la emisión de carbono: de 6,6 mil millones de toneladas en el año 2000 para 10 mil millones por año. “Si no se hace algo urgentemente, pronto llegaremos a un punto sin vuelta”, prevé el físico.

El quinto “trueno” es la crisis energética. Si consideramos que los combustibles fósiles como el petróleo y el gas natural, aún son las principales fuentes de energía (el 86% del consumo global), el aumento en la producción de vehículos automotores representa otro serio peligro para el medio ambiente. En 1950, la producción mundial de vehículos automotores fue de 8 millones de unidades. El promedio era de 2 vehículos para cada 100 personas en el mundo. En 1999, la producción ascendió a 39 millones, elevando la media para 9 vehículos para cada 100 personas. En 50 años la población mundial se duplicó, mientras que la producción de automóviles quintuplicó.

Las proyecciones indican que dentro de 30 años habrá casi 20 veces más vehículos en las carreteras que hace 50 años, consumiendo las últimas gotas de petróleo o quemando gas y contaminando aún más la atmósfera (los coches son la mayor fuente contaminadora de las ciudades). Si no desarrollan fuentes de energía alternativa económicamente viable y seguras, el problema del calentamiento global y de la contaminación tiende a agravarse.

El sexto y el séptimo “truenos”, en la concepción de Nielsen, se refieren a la degradación de la calidad de vida y a los conflictos armados y al aumento del poder de matar.

Cada vez más el abismo entre ricos y pobres está profundizándose. Poquísimas personas en el mundo detienen la mayor parte de los recursos económicos, mientras que la inmensa mayoría vive por debajo de la línea de pobreza.

De las 200 personas más ricas del mundo, 65 viven en los Estados Unidos y 55 en Europa. Los otros están desparramados en varias partes del planeta. Entre 1994 y 1998, ellos aumentaron su riqueza combinada de 440 mil millones de dólares para más de 1 billón de dólares, lo que corresponde, en la media, a 2 millones de dólares para cada uno, diariamente. Está evidente que ellos están ganando más de lo que pueden gastar. Cuando se sabe que con el 1,5% de la riqueza combinada de esos afortunados sería posible brindar educación primaria para todos los niños del mundo, se percibe la dimensión de desigualdad.

Nielsen menciona otros datos alarmantes sobre el aumento desordenado de la urbanización en países en desarrollo, la explosión de la violencia en todo el mundo y el número creciente de muertes (13 millones al año) ocasionadas por enfermedades como la tuberculosis, la malaria, el Sida y la pulmonía – con la sombría posibilidad del surgimiento de “superenfermedades”, ya que se sabe que los microbios se han tornado más resistentes a las drogas.

En cuanto a las guerras, los números también impresionan. Los conflictos armados crecieron de diez por año, en la década de 1950, para 51 en 1992. Decrecieron un poco entre 1993 y 1997, debido a los esfuerzos de la ONU, pero siguen ocurriendo en una media preocupante. Los Estados Unidos gastan, por año, más de 300 mil millones de dólares en asuntos militares. Entre 1990 y 1997, los países industrializados utilizaron un promedio de 9% de sus recursos gubernamentales para invertir en equipamiento de defensa. Regiones en desarrollo (como África subsaariana, el sur y el este de Asia) han gastado hasta el 14% de su presupuesto en armas. Mientras tanto, el hambre y la ignorancia aumentan.

Con el avance de las tecnologías bélicas, el poder mortal de la raza humana creció asustadoramente. Una única bomba atómica de 25 megatons es capaz de aniquilar más de 10 mil millones de personas. O sea, si la población de la Tierra fuera agrupada en un sitio, sería posible extinguirla con una única bomba.

Según estimación del The National Resources Defense Council, el número de ojivas nucleares construidas entre 1945 y 2000, por los cinco miembros del “club nuclear”, fue de 128.060 (70 mil de los Estados Unidos, 55 mil de Rusia, 1.200 de Gran Bretaña, 1.260 de Francia y 600 de China). Las informaciones sobre Israel, India y Paquistán son desconocidas. Pero quizás lo más procupante sea la facilidad de fabricarse una bomba nuclear portátil, además de armas químicas y biológicas, que podrían ser utilizadas en ataques terroristas suicidas en cualquier lugar del mundo.

Según la Organización Mundial de Salud, sólo lo que Estados Unidos gastan en la manutención de su arsenal nuclear (4,5 mil millones de dólares al año) alcanzaría como para salvar 600 mil niños de la muerte por malaria y suministrar vacunas contra el sarampión suficientes para salvar más de 500 mil niños cada año.

Al analisar todos esos datos sobre la situación mundial, Nielsen concluye: “¿Como describiría usted a un capitán de navío que ordenara quemar todas las balsas, destruir todo el equipamiento de comunicación y pinchar el casco de la embarcación? Es eso lo que estamos haciendo con nuestra espacionave llamada Tierra. Estamos destruyendo la tierra, el agua y la atmósfera”.

** SEÑALES DEL FIN DE LOS TIEMPOS

Hace diez años, entusiasmada por la Río 92, Unesco publicó lo que sería el corolario del futuro: “Cada generación debe dejar los recursos del agua, del suelo y del aire tan puros y descontaminados como cuando aparecieron en la Tierra. Cada generación debe a sus descendientes la misma cantidad de especies de animales que encontró.” Lamentablemente la realidad muestra una situación contraria. Lo que se vio en los años 90 fue un avance descontrolado sobre ecosistemas frágiles, que no soportan la exploración agrícola intensiva, como las áreas de cerrados, sabanas y de vegetación semiárida. Esas regiones corresponden a un 40% de la superficie total del planeta y se estima un 22% de la producción mundial de alimentos. La superexploración lleva el agotamiento del suelo a su límite, un proceso conocido como desertificación. La FAO, un órgano de la ONU para la agricultura, estima que 250 millones de personas en más de 100 países son afectadas por el agotamiento del suelo.

Ese escenario sombrío sirve para reforzar la idea de que realmente vivimos los últimos días del planeta Tierra. En el libro de Apocalipsis (11:18) se dice que llegó el tiempo determinado para que Dios destruya “los que destruyen la Tierra”.

Quizás, la luz al final del túnel es solamente un tren en sentido contrario. Y cuando se confía sólo en los recursos humanos es cuando frecuentemente ocurre – el choque contra el “tren” de la impotencia y de la destrucción. Pero la esperanza apuntada por las Sagradas Escrituras es real, y la luz que despunta en las tinieblas del “túnel” llamado Tierra, es la luz de la venida de Cristo, que transformará este mundo desgastado en una nueva Tierra (Apoc. 21). Esa es la única esperanza del ser humano.

** NÚMEROS QUE ASUSTAN

La escasez de agua potable afecta a 2 mil millones de personas. En ese ritmo, dentro de 25 años serán 4 mil millones.

El agua contaminada por el descuido ambiental mata 2,2 millones de personas por año.

Aproximadamente 3 millones de muertes por año están relacionadas con la contaminación del aire.

Las emisiones de carbono, el principal contaminador del aire, han aumentado un 10% desde 1991.

Un 2,4 % de los bosques fueron destruidos en los años 90, un área que equivale al territorio de Mato Grosso (estado brasileño localizado al oeste de la región Centro-Oeste).

Se estima que 30 mil millones de toneladas de basura son arrojadas al medio ambiente cada año.

140 especies de plantas y animales son extinguidos por día

Lo que Estados Unidos gastan en la manutención de su arsenal nuclear (4,5 mil millones de dólares al año) alcanzaría como para salvar de la muerte por malaria a 600 mil niños y suministrar vacunas contra el sarampión suficientes para salvar más de 500 mil niños cada año.

De acuerdo con el estudio “Cambios Climáticos y Servicios Financieros”, publicado en octubre, los problemas ambientales podrían generar costos de hasta 150 mil millones de dólares por año hasta el año 2012.

Michelson Borges es periodista, redactor de la Casa Publicadora Brasileña y editor del blog www.michelsonborges.com

Traducido por Cleber Reis (Uberlândia – MG/Brasil)
e-mail: cleber_alphaidiomas@yahoo.com.br
blog: www.cleberagenda.blogspot.com