lunes, 17 de septiembre de 2007

El Código Da Vinci

Constantino inventó la divinidad de Cristo en el Concilio de Nicea. Fue ese concilio que determinó qué libros debían ser incluidos en el Nuevo Testamento. Jesús se casó con María Magdalena y tuvo una hija. Una organización secreta fue encargada de preservar ese “secreto del Jesús verdadero”. Pero, tranquilízate. Antes de pensar que estoy defendiendo herejías, déjame decirte que esos absurdos son el telón de un romance policial que ha conquistado legiones de lectores en todo el mundo. No es de todos los días que un libro alcanza la cifra de 15 millones de ejemplares vendidos. Se trata de El Código Da Vinci, de Dan Brown.

La historia, que pronto debe llegar al cine, con Tom Hanks como protagonista, es la siguiente: todo empieza con la muerte misteriosa del conservador del Museo de Louvre. Robert Langdon, catedrático en Harvard y experto en símbolos esotéricos, está en París por negocios y la policía le pide que decifre un código que ha sido dejado cerca de un cadáver. Y es ese código que guía toda la trama y lleva Langdon y la criptóloga Sophie Neveu a buscar el Santo Grial. Los personajes penetran en un mundo secreto de misterio y conspiración, con el objetivo de desenmascarar “siglos de engaño”, valiéndose de códigos secretos y manuscritos que la iglesia supuestamente ha intentado esconder del público, pero que el historiador Leigh Teabing quiere divulgar a cualquier costo. (Es bueno que sepan que la trama central de ese libro ya existe hace siglos y puede ser encontrada en la literatura esotérica y de Nueva Era, como en El Enigma Sagrado(The Holy Blood and the Holy Grail), de Michael Baigent, que sirvió de referencia para el romance de Brown.)

Sería apenas un libro de ficción científica, como tantos otros, no fuera la alegación de que se fundamenta en hechos. Brown, basado en libros apócrifos gnósticos, sostiene que, después de la crucifixión de Jesús, María y su hija, Sarah, se fueron a vivir en Francia, donde habrían fundado el linaje de los reyes merovingios. El autor dice que esa dinastía sigue hasta hoy en la misteriosa organización conocida como Priorato de Sión, entidad secreta que tenía a los Templarios como brazo militar. Hay una supoción de que Leonardo da Vinci, Isaac Newton y Víctor Hugo hayan figurado entre los miembros de esa organización.

Según Erwin Lutzer, autor del libro El Engaño de Da Vinci (The Da Vinci Deception), “ese libro [de Brown] es un ataque directo contra Jesucristo, la iglesia y aquellos que le siguen y le llaman Salvador y Señor. De acuerdo con el romance de Dan Brown, el cristianismo fue inventado para reprimir las mujeres y alejar las personas del ‘sagrado femenino’”. Brown afirma que los judíos, en el Antiguo Testamento, adoraban tanto al Dios masculino, Jehová, como su “complemento femenino”, Shekinah. Siglos después, afirma el autor, la iglesia, “que odia el sexo y la mujer”, habría reprimido esa adoración a la diosa.

Carlos Alberto di Franco recordó, en julio de 2004, en el periódico O Estado de S. Paulo, algunas críticas de importantes periódicos extranjeros sobre el libro de Brown: El Mundo lo llama de “un libro oportunista y pueril”; The New York Times, de “un insulto a la inteligencia”; Weekly Standard, de una mixordia de narrativas inimaginables”; The New York Daily News declara que el libro contiene “errores crasos, que sólo no chocan al lector muy ingenuo”. El problema es que hay muchos lectores ingenuos. Millones de ellos.

El Jornal do Brasil, del 16 de diciembre de 2004, publicó un artículo de Ives Gandra Martins. En algún momento, ella declara: “En el mundo de la información comprobada y de los accesos a las fuentes, ¿Cómo admitir que se consiga descubrir un secreto no revelado – de 2 mil años – de que Cristo tuvo una hija? O ¿Cómo no percibieron sus investigadores que en las vidas altamente investigadas de Boticelli, Leonardo da Vinci, Boyle, Newton, Víctor Hugo, Debussy y Cocteau, eran grandes maestros de una fantástica sociedad secreta nombrada Priorato de Sión, cuya función era guardar el secreto de la hija de Jesús? Todos los historiadores del mundo no descubrieron lo que el oportunista Dan Brown descubrió en investigaciones cuyas fuentes es incapaz de citar. La historia es pisoteada por alguien que, sin escrúpulos, miente abiertamente, sobre todo.”

** EVANGELIOS GNÓSTICOS

Una de las partes más polémicas de El Código da Vinci es este: “Y la compañera del Salvador es María Magdalena. Cristo la quería más que a todos los discípulos y solía besarla a menudo en la boca.” Esta cita probablemente se haya originado en el Evangelio de Felipe, uno de los libros apócrifos gnósticos encontrados en Nag Hammadi, en Egipto, en 1945, y escondidos allí en el siglo IV, por un egipcio anónimo. De acuerdo con Darrell L. Bock, autor de Descubra los mistérios del Código Da Vinci(Breaking the Da Vinci Code), el libro original tiene huecos y sólo presenta la inicial (en el alfabeto copta) de la palabra “boca”. El texto está fraccionado y dice: ‘La compañera del [] es María de Magdala. Él [] a ella más que [] los discípulos, [] besaba más a menudo en su [].’” Por lo tanto, lo que Brown hace es un tremendo ejercicio de imaginación.

Aunque Brown sostiene que sería raro y deshoroso un judío de la época de Jesús ser soltero, Amy Welborn, autora de Descodificando Da Vinci (De-Coding Da Vinci) y maestra en Historia de la Iglesia por la Universidad Vanderbilt, escribe que en el siglo I muchos hombres consagrados a Dios eran solteros. Los ejemplos, del profeta Jeremías al apóstol Pablo, son muchos. En una de sus cartas a los Corintios, Pablo se refiere a las mujeres de otros apóstoles, pero no de Jesús.

Todo el problema viene de los llamados “evangelios” gnósticos. Ellos apuntan a Jesús como un espíritu superior, pero afirman que Él era un hombre como cualquier otro. Y si Jesús fue un hombre cualquiera, ¿Cuál el problema de haberse casado y haber tenido hijos? Una rápida comparación entre los cuatro evangelios bíblicos y los apócrifos gnósticos muestra que entre ellos hay un abismo intransponible. El Evangelio de Tomé – otro libro gnóstico – afirma, por ejemplo, que “quién no conoció a sí mismo no conoce nada, pero quién se conoció vino a conocer simultáneamente la profundidad de todas las cosas”. Y se cerciora de que la salvación viene por medio del autoconocimiento, o por la sabiduría, no por la fe. Confundiendo la importancia del autoconocimiento – en un contexto freudiano – con salvación, más y más personas han adoptado esos libros no canónicos como su Biblia. Pero el conocimiento que salva del que habla la verdadera Palabra de Dios consiste en conocer a Dios y a Jesucristo (ver Juan 17:3)

Hay otro aspecto de los apócrifos gnósticos que no pasa inadvertido a los que conocen la Biblia y su mensaje. Los “evangelios” de Tomé, Felipe y María Magdalena no contienen siquiera una línea del juicio y muerte de Jesús en la cruz. Esto quiere decir que, el evento central, respecto a la historia de la redención, es totalmente ausente en esos libros que reclaman la posición de los evangelios. Ellos muestran sólo acertijos que invitan a sus lectores a reflexiones espirituales, no al arrepentimiento – una vez que en ellos, el pecado no existe.

Pretender que los llamados “evangelios” apócrifos tengan el mismo peso y confiabilidad que los Evangelios canónicos es desconocer la historia bíblica. Además de que los apócrifos gnósticos fueron escritos después de los cuatro evangelios, Mateo, Marcos, Lucas y Juan son los únicos relatos que se escribieron por testigos oculares de la vida de Jesús, o corroborados por ellos. Lucas no convivió con Jesús, pero hizo su relato bajo la supervisión del apóstol Pablo y contó con la aprovación de Pedro. “El Espíritu Santo guió primero a Mateo, después a Pablo y su compañero Lucas, luego a Pedro y a su compañero Marcos y, por último, a Juan, el apóstol, para entregar a la iglesia, durante su vida, el Evangelio que les fue entregado por Jesús”, escribe David Alan Black, en el instructivo ¿Por qué 4 Evangelios (Why Four Gospels), en la página 10. Además, “las fuentes más aceptadas sobre la trayectoria de Jesús – los evangelios sinópticos, de Mateo, Lucas* y Marcos – son congruentes con el que sabe sobre la Palestina del siglo I, de forma que la oportunidad de ser fruto de la imaginación de sus autores es despreciable”, escribió Isabela Boscov, en la revista Veja del 15 de diciembre de 2004. Y es bueno dejar claro que la iglesia primitiva ya aceptaba la inspiración divina de los cuatro evangelios hacía mucho tiempo antes de Constatino convocar el Concilio de Nicea. Gracias al historiador Eusebio, se sabe que 20 sentencias fueron promulgadas en Nicea. Ni uno solo habla del canon.

“Los evangelios apócritfos, así como los canónicos, fueron, escritos por personas inquietas, en una época conturbada y difícil, en que las antiguas respuestas ya no conseguían tranquilizar los espíritus”, sostiene Érica Montenegro, en su artículo “Un otro Jesús”, publicado en la revista Superinteressante de diciembre de 2004. “Está claro que los tiempos de hoy, son muy diferentes. Pero, otra vez, gran parte de la humanidad está inquieta e insatisfecha con las respuestas que existen. Hay mucha gente buscando alguna cosa que torne nuestra existencia más transcendente, más valiosa. Y esos textos escritos por otros hombres, en una búsqueda parecida, pueden darnos una pista de dónde empezar a buscar.”

Sin saberlo, Érica llegó muy cerca de la descripción que el apóstol Pablo hace de nuestros días: “Va a llegar el tiempo en que la gente no soportará la sana enseñanza; más bien, según sus propios caprichos, se buscarán un montón de maestros que solo les enseñen lo que ellos quieran oír. Darán la espalda a la verdad y harán caso a toda clase de cuentos.” II Tim. 4:3 y 4.

(*) Sir William Ramsey, célebre historiador y arqueólogo del siglo 19, se esforzó por demostrar que la historia de Lucas estaba llena de errores. Tras una vida de trabajo y estudios, escribió: “La historia de Lucas es insuperable en cuanto a su fidedignidad.” – The Bearing of Recent Discoveries on teh Trustworthiness of the New Testament (Grand Rapids: Baker), pág. 81.

Michelson Borges es periodista y autor del libro Nos Bastidores da Mídia (www.cpb.com.br)


Traducido por Cleber Reis (Uberlândia, Minas Gerais, Brasil). Su e-mail: cleber_reis@hotmail.com
Corregido por Licet Santiago (Nanchital, Veracruz, México). Su e-mail: lizsansur@gmail.com