Una pareja de la ciudad de Grenoble, en Francia, apenas cree en el recado que acaba de recibir. Su hijo Eric, de 21 años, está abriendo un proceso judicial contra ellos. “Mi marido se rió. Creía que ningún juez llevaría eso en serio”, cuenta la esposa. Estudiante de ciencias sociales, el joven salió de casa en medio de una discusión que acusó a su familia, entre otras cosas, de “falta de madurez política”. Después de quedarse tres meses en la casa de la madre de su novia, accionó la familia judicialmente, alegando abandono de sustento. Ganó el derecho a recibir de los padres lo que equivale a mil reales mensuales. Eric, que hoy vive con su novia, sólo habla con la familia por intermedio de sus abogados.
Lionel Delbech, policía, también pasó por una experiencia igualmente amarga. Procesado judicialmente por su hija de 19 años, dice que no se olvida el día que estuvo frente a frente con ella en el tribunal. “No podía parar de llorar”, cuenta. Condenado en primera instancia, consiguió revertir su sentencia después de probar que la joven había abandonado los estudios y que el motivo de la acción era el plan de vivir con su novio. “Hasta hoy no consigo hablar con ella”, dice el policía.
Llevar a los padres al tribunal está de moda en Francia. En un sólo año casi dos mil jóvenes procesaron a sus padres para que estos les dieran una paga, lo que por allí es legitimado por ley. El artículo 203 del código civil establece que las familias tienen el deber de sostener a sus hijos hasta que encuentren un empleo estable. “Es la justicia patrocinando la desintegración de la familia”, se queja Hillary Rocca, casada con el ingeniero Patrick Rocca, ambos debidamente encuadrados.
Con amparo legal o no, lo que se nota en todo el mundo es la creciente falta de respeto por parte de los hijos y la consecuente fragilidad de las relaciones familiares.
Hay un verdadero abismo entre las relaciones familiares de los tiempos modernos y las de épocas bíblicas. En aquellos tiempos, la consideración por la opinión y la experiencia paterna era tan grande que a menudo los hijos permitían que sus padres eligieran su cónyuge. Es lo que pasó a Isaac. Su padre, Abraham, de avanzada edad, preocupado con el futuro de su hijo, envió a uno de sus ayudantes, que gobernaba todo lo que el patriarca poseía, a buscar una esposa para Isaac. Y la historia tuvo un fin feliz, siendo Rebeca una bendición al “hijo de la promesa”.
El respeto a los padres es algo tan importante que existe un mandamiento, entre los diez, que ordena: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxo. 20:12). Uno de los propósitos de este mandamiento es crear respeto por toda autoridad legítima. Está claro que, para que sean respetados Pablo habla sobre los dos lados de la cuestión: los hijos deben honrar a sus padres y los padres no deben hacer enojar a sus hijos. Sería muy bueno que las familias modernas dieran más atención a las recomendaciones bíblicas cuanto a las relaciones familiares.
Triste como pueda ser la condición actual de muchas familias, esa situación se constituye en una de las claras evidencias de la pronta venida de Jesucristo. El apóstol Pablo afirmó que, en los últimos días, las personas “desobedecerán a sus padres” (2 Tim. 3:2) Como Jesús vendrá para restablecer las condiciones de vida que había antes del pecado, uno de sus objetivos será acabar con la “guerra en familia” y establecer la gran familia de los salvos. Eternamente en paz. Eternamente feliz.
Michelson Borges, periodista, redactor de la Casa Publicadora Brasileña y editor del sitio www.criacionismo.com.br
Traducido del portugués por Cleber Reis (Uberlândia – MG / Brasil)
e-mail: cleber_alphaidiomas@yahoo.com.br
blog: www.cleberagenda.blogspot.com